martes, 7 de septiembre de 2010

La Semilla de la Cultura




Hoy alguien me dijo que el problema de Playa Blanca radica en que es un pueblo muy reciente y no tiene un arraigo histórico, puede que tenga razón, pero la mayoría de los pueblos empezaron como este, de la nada, por puros intereses comerciales o mercantilistas. En la historia los pueblos o asentamientos siempre han sido por facilitarle al hombre algo en su vida, bien sea zonas con animales para la caza o la pesca, normalmente cerca de zonas con ríos o acceso a algún tipo de agua.

En el caso que nos atañe a nosotros es el turismo, sus playas incomparables de Papagayo y la predisposición del consistorio para dejar construir libremente ha hecho de Playa Blanca se convirtiera en la más importante zona turística de la isla, pero solo a nivel de Hoteles, ya que los clientes cuando salen de sus maravillosos hoteles ven un pueblo descuidado, con farolas que se caen por el azote del viento y el salitre. Pero eso es otro tema que tratar en otro capítulo aparte. Este boom turístico ha hecho que mucha gente nos hayamos decidido a vivir aquí y crear nuestra familia.

El tema que mas nos preocupa es la educación que les queremos dar a nuestros hijos, ¿el mismo que le damos a nuestros turistas ?, sol y playa, esa es nuestra cultura ahora mismo. Creo que nos merecemos más y sobretodo nuestros hijos que son el futuro de esta isla.

La cultura es como una semilla, hay que plantar la y luego preocuparse de regar la en su justa medida para que no se inunde pero que tampoco se seque, de vez en cuando abonarla para que tenga mas nutrientes y al poder ser distintos de los que le dan la tierra para enriquecer la, y si vemos que se tuerce poner le una guía para que crezca recta y no se rompa.

Pues nuestros hijos es lo mismo, pero necesitamos herramientas y ayuda de las bibliotecas, zonas de estudio, actividades culturales que sirvan de abono para sus mentes. Que se puedan reunir en algún lugar distinto de la playa, que está muy bien que lo hagan, pero hay más cosas que sol y la playa, y si nuestros turistas solo quieren eso, nosotros no lo queremos para nuestros hijos.

Y al igual que la foto que les muestro donde una planta de tomate ha sido capaz de abrirse paso en una zona seca y casi desértica sin apenas agua ni cuidados de ningún tipo, nuestro pueblo será capaz de sembrar la semilla de la cultura para que con el esfuerzo de todos crezca la tomatera de la cultura y hagamos de este nuestro pueblo una zona con arraigo e historia, la historia del pueblo que se resistía a ser ignorante y luchó pese a la gran sequía.

Hacer una Playa Blanca mejor está en nuestras manos, solo depende que realmente lo deseemos y estemos dispuestos a cambiar nuestra mentalidad y actitud.





domingo, 5 de septiembre de 2010

La vuelta a la inocencia

Hace unos días me llevé una gran sorpresa al pasear por un descampado por el que suelo pasear a mi perro, se trataba de una construcción hecha de piedras y palos los cuales formaban la figura de un barco, me acerqué y me fijé en la construcción de tan curioso barco.

Tenía un palo mayor con una vela hecha de ramas de palmera, asientos para que los tripulantes puedan acomodarse y remar cuando no sople el viento. En proa se encontraba el bauprés, que se trata del mástil que sale horizontalmente del barco, seguro que ninguno de nosotros sabíamos como se llamaba pero si tuviéramos que dibujar un velero lo podríamos. En popa como no, habían puesto su timón con su caña para poder gobernar el barco por las aguas abiertas de la zona del faro.

Unos días después, con mucha ilusión, llevé a mi hija para que lo viera, no le adelanté de lo que se trataba para que fuese mayor la sorpresa. Me llevé un chasco por que mi chiquitina no supo ver lo mismo que yo, tuve que explicarle lo que era, es normal nuestros hijos al contrario que nosotros están acostumbrados a ver las cosas tal como son, tienen de todo desde muy pequeños y casi siempre juegan con juguetes comprados en tiendas que reflejan con gran fidelidad las cosas que representan, sea una moto, un coche, espadas, muñecas. etc. Nuestra generación y sobretodo la de nuestros padres jugábamos con juguetes que nos fabricábamos nosotros mismos, las casitas las hacíamos con ramas y maderas que nos encontrábamos por todas partes. Era normal que le costase verlo, no estaba hecho de plástico y su similitud con los barcos que está acostumbrada a ver el puerto no era muy alto.

De todas formas jugamos un ratito con el y se fue animando, de tal manera que la próxima vez que fuimos, fue ella quien se acercó por propia iniciativa y se puso a jugar dentro del barco, y enseguida su imaginación empezó a florecer y se había convertido en una marinera experimentada de un barco de pesca. Al momento aparecieron al rededor del barco, delfines, pulpos gigantes y peces de diferentes colores.

Que fácil es despertar la imaginación de los niños y sin embargo nos cuesta hacerlo, siempre hay escusas para no dedicarles el tiempo que necesitan, es más fácil que jueguen con sus consolas portátiles o vean los dibujos.

Encontrar este barco ha sido una esperanza para nuestros hijos, tal vez la crisis por la que estamos pasando tenga su lado bueno, y este es que nuestros hijos trabajen mas su imaginación e ingenio y vuelvan a jugar con cosas sencillas, que un palo vuelva a ser la espada de un capitán pirata.

sábado, 4 de septiembre de 2010

La Jaula de los Sueños

Hace un tiempo un amigo escritor nos regaló una relato estupendo que nos maravilló a todos y del cual Hemos tomado el nombre para este Blog. Para celebrar la inaguración de este Blog vamos reproducir el texto antes mencionado.

Permítanme vuestras mercedes que de manos de este humilde cazador de palabras que les escribe, les relate una historia que, tan intrigante como curiosa, cautivó la mente de este pobre loco servidor suyo. Si por vacuas encuentran las palabras que forman esta medio verso, medio prosa, déjenme concluir la oda que a continuación les brindo.

Hayábanse maestro y aprendiz encerrados allá en lo alto del Cerro de los Pozos, sito en la provincia de Salamanca, escrutando entre pasillos de antiguo abolengo los ajados tomos que el señor de aquellas tierras dejó, años ha, sin cuidado ni orden para investigar ni estudiar profesión alguna, y menos aún, erudición que les ilustrara aún más de lo que eran. Que mal remiendo para la mente es el desconocimiento, y peor lastre si viene de la ignorancia como compaña.

Por esto, ambos hasta allí habían ido, embelesados por las palabras de un anciano labriego de la zona, que a Maese Pedro y al neófito Luis les contó que en el castillo se hablaba de fantasmas que guardaban la antigua biblioteca del Conde de Orgaz y Montiel, señor de aquel lar de manos de Dios olvidado, tras la marcha de Don Jaime I, El Conquistador. También contó que grandes eran las obras allí guardadas, pero que nadie se acercaba ni osaba tan siquiera mirar por encima de los muros, no fuera que tras las acechanzas de los bizarros zagales de la zona, una desgracia hubiera. Así que nadie iba ni venía del castillo, dejándole en lastimoso estado, otrora, vergel de esplendor de mejores épocas, en las que las grandes epopeyas de la familia inundaban los campos sembrados de orgullo patrio castellano.

Maese Pedro miraba, candil en mano, los lomos de los libros en cuero encuadernados, asombrándose de los infinitos títulos que sin parangón en su larga vida de eremita, había jamás contemplado. Acercose el aprendiz y a una orden de su maestro uno de ellos agarró, y no bien lo hubo abierto, la luz del candil se apagó y a expensas de la oscuridad, maestro y aprendiz, entre lo infernal y lo bendito, se santiguaron y acogieron.

-. ¡Quien osa hacer menguar el descanso de nos!.- una voz escucharon.

-. Maese Pedro, monje franciscano, y aprendiz, mi señor.- replicó el anciano.

-. De esta guisa, viene el monje acompañado, ¿qué busca si en estos tiempos nos tienen olvidados?. -. Navegar entre las historias que aquí conviven, si no es mucho pedir.

-. Más lo que aquí veréis, ¿seguro que vos queréis contemplar?

-. A eso hemos venido, y no es por azar.

-. Entonces, observa y escucha, lo que en el futuro de nuestro destino, escrito está.

Apareciéronse en el momento imágenes de hermosas playas de dorada arena, dejando al maestro y al aprendiz con cara de embobados. Allende de la orilla, grandes casas de blanco y azul aparecían, y entre sus calles, ciudadanos de todas las partes del ancho Mundo convivían.

Cambió la imagen, y algo más allá de las casas, una gran construcción contemplaron, y en la entrada en grandes letras leían, “Biblioteca de Playa Blanca”, escritas con gran opulencia y armonía. Más sus puertas estaban cerradas, nadie entraba ni salía, y entre los ventanales, sólo oscuridad se veía. “Es la Jaula de los Sueños”, la voz les decía, “Nadie quiere abrirla, no sea que de ella escapen la inteligencia, el conocimiento y la sabiduría”. Más una sombra, bajo el umbral se movía, y he aquí que la voz de nuevo hablaba con rebeldía, “Ese hombre intentó abrirla, pero los Sueños que dentro hay, jamás los contemplaría”.


Y la imagen continuó, mostrando a niños y zagales ávidos de entrar por sus puertas algún día. Descubrir entre aquellos muros todo lo que sus padres y abuelos les contaron un buen día. Que allí se ocultaban piratas, aventureros y hermosas serranías; que había monstruos lejanos, dragones y hechicerías. Pero los niños lloraban, pues jamás esa Jaula abrirían, y de ese modo, por siempre, ocultos entre las sombras, los Sueños morirían.

-. Este es el final de la historia.- dijo la voz, algo fría.- Es nuestro destino desaparecer, pues a los grandes señores, nuestra existencia les parece una felonía.

-. ¿Y quién eres que con esa tristeza hablas?.- preguntó el anciano erudito.

-. Soy la Voz de la Conciencia, de los Sueños que en esta Jaula habitan.

Esta es la historia que les he traído desde otras tierras allende del mar. Espero que hayan disfrutado de ella y sus conclusiones hayan sacado. Más, si se me permite mi humilde opinión, diré que mucho de moraleja tiene. Que los libros sean libres, y que en manos inadecuadas caer jamás deben. Es por ello que todo aquel que de un libro algo quiere, a una Biblioteca emigra, no sea que a alguien de peor moral le dé por hacer de ellos algún acto que a la erudición denigra.

José Ramón Navas, (Escritor)